El burrito Gozón
10/01/2000
La sombra de Corcobado en este país es, nos guste o no alargada.

Lo que no quiere decir que no resulte confortable su cobijo. Ni mucho menos. Lo que pasa es que partiendo de esa influencia el horizonte se abre a un mar de posibilidades, y si te llamas Nacho Laguna y posees capacidad de componer temas de gran belleza y registro, pues tanto mejor.

El debut de este madrileño que compartiera talento y escenarios con el ya mencionado en su etapa de chatarrero, está repleto de sinceridad, poesía y un toque de inocencia que te apresa de inmediato, aunando influencias neoyorquinas made in VU e interpretación londinense modelo Bad Seeds.

Lo primero que piensas al escuchar este «cantábrico de emociones» es eso precisamente: emoción. Emoción al comprobar que la habilidad para construir melodías de trasfondo hiriente- «valle feliz»,»luna de hoja de lata»-no está solo al alcance de personajes anglosajones: o que con escasos medios se puede crear una obra repleta de matices y sentimiento como «mirada»: uno de los finales de película más triste de los últimos 20 años con «al final del invierno», o la más bella declaración de amor que se haya hecho en este país en «barco con alas». Nacho es, como no podía ser de otra manera, un tipo sencillo, introvertido y sobre todo enamorado.

Enamorado de la gente que le rodea y le quiere, a los que dedica este trabajo y de los que se rodeó para realizarlo: del mundo en que vive, con sus buenos y malos momentos: de la luz del día y de la oscuridad de la noche: de los niños jugando en un parque: del ruido de las gotas de lluvia pegando contra el cristal:…..pero sobre todo del mar. Ese mar inmenso que todos tenemos la fortuna o desdicha de compartir, pero que solo algunos privilegiados transforman en poesía y comparten con los demas.