Y esto es algo que debería cambiar. Porque es difícil encontrar discos tan honestos como este, donde la belleza sea tan natural y las palabras las justas, unidas por la personalidad singular y sencilla de Nacho. Y si para el primer disco fueron varias las voces y registros usados para poner sonido a sus palabras, en esta ocasión Nacho deja esta tarea en manos de Maite Yerro, cálida voz llena de matices que nos traerá a la memoria ecos de The Walkabouts o Cowboy Junkies mientras la música se pasea por la senda que une Calexico a Barry Adamson o Mick Harvey, luminoso y melancólico, acústico y eléctrico, este es un viaje por su pequeño mundo, ese donde se encuentra la inocencia de aquel que se dedica a lo que mejor sabe hacer: ponerle sonido a nuestras vidas.
Segundo disco para Nacho Laguna, uno de los mejores compositores nacionales, como ya demostró junto a Corcovado y los Chatarreros de Sangre y Cielo, así como uno de los mas desconocidos también.